Olivia Lonsdale, sobre el placer en las pequeñas cosas

Olivia Lonsdale, que nació y se crio en Ámsterdam, creció rodeada de una fuerte sensibilidad hacia las artes y la belleza, lo que finalmente moldeó su aprecio por las expresiones veraces y significativas en la arquitectura, la música, la danza, la pintura, el diseño, el periodismo y la moda también.

Sus raíces la conectan con Northumberland en el Reino Unido: se siente como en casa en el pintoresco verdor del campo, un entorno donde es simplemente difícil vivir sin diseños icónicos como impermeables y botas de barro.

Gracias al linaje de su madre, Lonsdale creció consciente del valor de la ropa hecha en casa: familiarizada con las máquinas de coser, las telas de calidad y el valor de un patrón que funciona y debe replicarse en lugar de reinventarse en otro lugar.  

«Mi abuela compraba una prenda en una de sus tiendas favoritas, calcaba el patrón y le hacía una nueva a mi madre, reduciéndola en tamaño y reproduciéndola en diferentes materiales. Y mi madre hacía lo mismo. No comprábamos mucho, solo unas pocas prendas al año que realmente necesitábamos».

Todos estos son hechos circunstanciales, pero su impacto en su perspectiva es evidente: su aprecio por las cosas significativas se extiende en todas direcciones. Se refleja en cómo recorre su ciudad, Ámsterdam, a través de conexiones significativas para toda la vida.

Entre sus lugares favoritos nombra el Café De Pels, donde nos encontró para charlar y donde pasado y presente se entrecruzan con la misma facilidad con la que habitan sus películas; Carmen, una tienda, casa de huéspedes y espacio creativo dirigido por amigos cercanos; la Ópera y el Ballet Nacional Holandés, un punto de referencia especial desde que fue con su abuela cuando tenía solo cuatro años. 

Está en su forma de presentarse a través de la ropa: bromea sobre su afición por los jerséis y vaqueros en tonos tierra desde niña, y recuerda la exploración expresiva que surge de forma natural en la adolescencia, con la sensación de no ser ella misma. «He probado prendas que veo que todo el mundo lleva, pero no quería ponérmelas.

Siempre vuelvo a lo que siempre quise y me doy cuenta de que esas otras cosas no son para mí. Lo que era para mí es lo que siempre ha estado ahí». También se refleja en su forma de trabajar: prefiere cámaras antiguas, poco prácticas, limitantes y costosas, consciente de que esas limitaciones le otorgan una precisión que le falta cuando todo se encuentra a su alcance.  

En términos prácticos, esto se traduce en un ojo entrenado para la buena calidad, una capacidad incisiva para discernir entre lo perenne y lo pasajero y la humildad para aceptar el trabajo en equipo como clave para obtener un buen resultado. 

Al describir lo que le gusta y busca, destaca lo que ha demostrado funcionar durante décadas. No solo porque se sabe que es bueno: imagina las conversaciones y los pasos que se dieron, a lo largo de los años, para perfeccionar un producto. «Recuerdo estar en el set el primer día y vi a todos muy ocupados; todas esas personas estaban trabajando juntas y esforzándose por lograr el mismo resultado final: la película».

El diálogo creativo fue precisamente lo que la fascinó al comenzar su carrera. En la actuación, encontró un medio para crear con otros: un diálogo con un director mucho más enriquecedor que la creación en solitario. La dirección fue un paso natural para seguir desarrollando su trabajo a través de la colaboración. En sus sets, aspira a crear un ambiente sano y colaborativo que sea inspirador y divertido para todos; algo similar a la atmósfera que la hizo enamorarse del cine en un principio.  

«Para mí, la colaboración es lo más importante. Puedes tener una gran idea, pero luego la compartes con una o dos personas, y se entusiasman con ella, y obtienen aún más ideas gracias a ella, y sus ideas son geniales. Lo que realmente me encanta es compartir mi visión, pero luego dejar que otros compartan la suya: ver, comprender y apoyar a través de las ideas».

Lo que la ancla en el presente es una comprensión lúdica del momento. Consciente de la sobreestimulación que ofrecen las redes sociales, donde la realidad y la ficción se entrelazan y se difuminan, se esfuerza por contar historias con una honestidad íntima. «Por eso me gusta filmar en película, porque es más pequeño. Me gusta ir de compras de segunda mano porque es más pequeño.»

Siento que la gente se está dando cuenta de que el mundo avanza demasiado rápido. Necesitamos bajar el ritmo». Su agudo punto de vista es simplemente una forma práctica de eliminar el ruido y centrar la atención en lo que más le importa. Destellos de verdad y emoción que, al igual que el buen diseño, resisten el paso del tiempo.